Benjamín, el bibliotecario nocturno, oyó un ruido escalofriante mientras organizaba libros en el sótano. El sonido era tan perturbador que su piel se erizó y su respiración se volvió un susurro tembloroso. Entre los estantes, una figura encapuchada se desvanecía en la oscuridad, moviéndose con una gracia espectral que le hacía dudar de sus propios ojos. El aire se tornó más frío, y un hedor a humedad y libros viejos impregnaba el ambiente.
Decidido a desentrañar el misterio, Benjamín siguió a la figura, sus pasos resonando en el silencio sepulcral del sótano. La figura parecía flotar más que caminar, llevándolo hacia una puerta de madera que él juraría no haber visto antes. Al cruzarla, se encontró en un laberinto de pasillos interminables, donde los libros cambiaban de lugar y susurros le indicaban el camino hacia la verdad oculta bajo la biblioteca.
Cada paso que daba lo adentraba más en un mundo donde la lógica no tenía cabida. Los pasillos se retorcían y alargaban, las paredes parecían respirar, y los libros mismos parecían tener vida, observándolo con una atención inquietante. Las palabras en las páginas se movían, formando frases que Benjamín apenas podía comprender, pero cuyo significado parecía penetrar su mente como un veneno lento.
El laberinto estaba lleno de ecos, murmullos de voces antiguas que le hablaban en idiomas olvidados. A veces, las sombras tomaban formas humanas, y Benjamín sentía la presencia de almas atrapadas en un tormento eterno. Las velas en las paredes chisporroteaban, proyectando sombras danzantes que jugaban con su percepción, confundiéndolo aún más.
Finalmente, llegó a una sala amplia, iluminada solo por una luz débil que provenía de un candelabro antiguo colgado del techo. En el centro, un pedestal de piedra sostenía un libro encuadernado en cuero negro, sus páginas amarillentas y frágiles. El aire a su alrededor vibraba con una energía oscura y poderosa. Con una mezcla de terror y fascinación, Benjamín se acercó al libro, consciente de que al abrirlo, descubriría secretos que podrían cambiar su vida para siempre.
Mientras extendía la mano temblorosa hacia el libro, un susurro suave pero insistente llenó sus oídos: "La verdad te espera, pero el precio será tu alma". Benjamín, atrapado entre el miedo y la curiosidad, supo en ese momento que su vida nunca volvería a ser la misma.
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