En la biblioteca de Toa Baja, un lugar de historias olvidadas y susurros de páginas amarillentas, Amanda se encontraba sumergida en el tedioso trabajo de reorganizar la sección de historia local. La biblioteca, un edificio centenario con pasillos laberínticos y techos altos, tenía un aura de misterio que parecía palpitar con cada movimiento de los libros antiguos.
Era una tarde lluviosa y el tintineo de las gotas en las ventanas era lo único que rompía el silencio sepulcral del lugar. Amanda, una joven bibliotecaria apasionada por los libros y las historias que guardaban, se movía entre las estanterías con meticulosa precisión. Cada libro parecía tener una historia propia que contar, y ella disfrutaba descubriendo esos relatos olvidados por el tiempo.
En uno de los rincones más oscuros de la biblioteca, donde la luz de las lámparas parpadeaba débilmente, Amanda tropezó con un estante cubierto de polvo que parecía haber sido ignorado durante décadas. Entre los volúmenes descuidados yace un libro peculiar, encuadernado en cuero negro desgastado por el tiempo. Su título estaba apenas visible en letras doradas que brillaban débilmente bajo la luz tenue: El Libro de las Sombras Olvidadas.
Intrigada, Amanda tomó el libro con manos temblorosas. Al abrirlo, un aroma a madera vieja y tinta antigua llenó el aire. Las páginas amarillentas crujieron como si despertaran de un largo letargo. En su interior, las palabras parecían cobrar vida propia, titilando con un fulgor sutil que emanaba de las letras ardientes como brasas en la noche.
Las primeras líneas del libro narraban la leyenda de un antiguo hechicero taíno que habitaba los bosques cercanos a Toa Baja. Se decía que había sido desterrado por su búsqueda de conocimientos prohibidos, y que su espíritu todavía vagaba entre las sombras de la biblioteca en busca de una salida hacia el mundo mortal. Amanda sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras leía, como si el propio hechicero estuviera observándola desde las sombras.
De repente, un susurro tenue comenzó a resonar a su alrededor. Inicialmente apenas perceptible, los nombres de personas olvidadas por el tiempo comenzaron a susurrarse en el aire. "Clara... Diego... Elena..." La voz parecía emanar de las páginas mismas del libro, como si los personajes que habitaban sus historias estuvieran despertando lentamente, ansiosos por ser recordados.
Amanda cerró el libro con un golpe repentino, sintiendo cómo su corazón latía desbocado en su pecho. Miró a su alrededor, pero la biblioteca parecía estar igual que siempre: tranquila, con sus sombras alargándose por los rincones oscuros. Decidió poner el libro de vuelta en el estante, sintiendo un alivio momentáneo al separarse de sus páginas que parecían respirar vida propia.
Mientras se alejaba, una sombra se movió fugazmente en el rabillo de su ojo. Se detuvo en seco, volviéndose hacia el lugar donde había visto el movimiento. Pero no había nada más que el silencio y el olor a humedad que caracterizaba la biblioteca. Una sensación de incomodidad se apoderó de ella, como si hubiera desatado algo que no comprendía del todo.
Decidió terminar su turno temprano esa noche, deseando alejarse de la biblioteca y sus secretos inquietantes. Mientras caminaba hacia la salida, una última mirada hacia atrás le hizo ver el estante donde reposaba el libro encantado. Las letras doradas brillaban débilmente bajo la luz parpadeante, como si el libro esperara pacientemente a que alguien más se atreviera a abrir sus páginas y descubrir los misterios que yacían dentro.
Amanda nunca olvidaría aquella tarde en la biblioteca de Toa Baja, donde las sombras parecían danzar al ritmo de historias perdidas que aguardaban ser contadas una vez más.
Amanda en Instagram - https://www.instagram.com/p/C8sdC4Tx1km/
No hay comentarios:
Publicar un comentario