jueves, 27 de junio de 2024

Benjamín




Benjamín, el bibliotecario nocturno, oyó un ruido escalofriante mientras organizaba libros en el sótano. El sonido era tan perturbador que su piel se erizó y su respiración se volvió un susurro tembloroso. Entre los estantes, una figura encapuchada se desvanecía en la oscuridad, moviéndose con una gracia espectral que le hacía dudar de sus propios ojos. El aire se tornó más frío, y un hedor a humedad y libros viejos impregnaba el ambiente.

Decidido a desentrañar el misterio, Benjamín siguió a la figura, sus pasos resonando en el silencio sepulcral del sótano. La figura parecía flotar más que caminar, llevándolo hacia una puerta de madera que él juraría no haber visto antes. Al cruzarla, se encontró en un laberinto de pasillos interminables, donde los libros cambiaban de lugar y susurros le indicaban el camino hacia la verdad oculta bajo la biblioteca.

Cada paso que daba lo adentraba más en un mundo donde la lógica no tenía cabida. Los pasillos se retorcían y alargaban, las paredes parecían respirar, y los libros mismos parecían tener vida, observándolo con una atención inquietante. Las palabras en las páginas se movían, formando frases que Benjamín apenas podía comprender, pero cuyo significado parecía penetrar su mente como un veneno lento.

El laberinto estaba lleno de ecos, murmullos de voces antiguas que le hablaban en idiomas olvidados. A veces, las sombras tomaban formas humanas, y Benjamín sentía la presencia de almas atrapadas en un tormento eterno. Las velas en las paredes chisporroteaban, proyectando sombras danzantes que jugaban con su percepción, confundiéndolo aún más.

Finalmente, llegó a una sala amplia, iluminada solo por una luz débil que provenía de un candelabro antiguo colgado del techo. En el centro, un pedestal de piedra sostenía un libro encuadernado en cuero negro, sus páginas amarillentas y frágiles. El aire a su alrededor vibraba con una energía oscura y poderosa. Con una mezcla de terror y fascinación, Benjamín se acercó al libro, consciente de que al abrirlo, descubriría secretos que podrían cambiar su vida para siempre.

Mientras extendía la mano temblorosa hacia el libro, un susurro suave pero insistente llenó sus oídos: "La verdad te espera, pero el precio será tu alma". Benjamín, atrapado entre el miedo y la curiosidad, supo en ese momento que su vida nunca volvería a ser la misma.


Berjamín en Youtube aquí

miércoles, 26 de junio de 2024

Amanda





Amanda

En la biblioteca de Toa Baja, un lugar de historias olvidadas y susurros de páginas amarillentas, Amanda se encontraba sumergida en el tedioso trabajo de reorganizar la sección de historia local. La biblioteca, un edificio centenario con pasillos laberínticos y techos altos, tenía un aura de misterio que parecía palpitar con cada movimiento de los libros antiguos.

Era una tarde lluviosa y el tintineo de las gotas en las ventanas era lo único que rompía el silencio sepulcral del lugar. Amanda, una joven bibliotecaria apasionada por los libros y las historias que guardaban, se movía entre las estanterías con meticulosa precisión. Cada libro parecía tener una historia propia que contar, y ella disfrutaba descubriendo esos relatos olvidados por el tiempo.

En uno de los rincones más oscuros de la biblioteca, donde la luz de las lámparas parpadeaba débilmente, Amanda tropezó con un estante cubierto de polvo que parecía haber sido ignorado durante décadas. Entre los volúmenes descuidados yace un libro peculiar, encuadernado en cuero negro desgastado por el tiempo. Su título estaba apenas visible en letras doradas que brillaban débilmente bajo la luz tenue: El Libro de las Sombras Olvidadas.

Intrigada, Amanda tomó el libro con manos temblorosas. Al abrirlo, un aroma a madera vieja y tinta antigua llenó el aire. Las páginas amarillentas crujieron como si despertaran de un largo letargo. En su interior, las palabras parecían cobrar vida propia, titilando con un fulgor sutil que emanaba de las letras ardientes como brasas en la noche.

Las primeras líneas del libro narraban la leyenda de un antiguo hechicero taíno que habitaba los bosques cercanos a Toa Baja. Se decía que había sido desterrado por su búsqueda de conocimientos prohibidos, y que su espíritu todavía vagaba entre las sombras de la biblioteca en busca de una salida hacia el mundo mortal. Amanda sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras leía, como si el propio hechicero estuviera observándola desde las sombras.

De repente, un susurro tenue comenzó a resonar a su alrededor. Inicialmente apenas perceptible, los nombres de personas olvidadas por el tiempo comenzaron a susurrarse en el aire. "Clara... Diego... Elena..." La voz parecía emanar de las páginas mismas del libro, como si los personajes que habitaban sus historias estuvieran despertando lentamente, ansiosos por ser recordados.

Amanda cerró el libro con un golpe repentino, sintiendo cómo su corazón latía desbocado en su pecho. Miró a su alrededor, pero la biblioteca parecía estar igual que siempre: tranquila, con sus sombras alargándose por los rincones oscuros. Decidió poner el libro de vuelta en el estante, sintiendo un alivio momentáneo al separarse de sus páginas que parecían respirar vida propia.

Mientras se alejaba, una sombra se movió fugazmente en el rabillo de su ojo. Se detuvo en seco, volviéndose hacia el lugar donde había visto el movimiento. Pero no había nada más que el silencio y el olor a humedad que caracterizaba la biblioteca. Una sensación de incomodidad se apoderó de ella, como si hubiera desatado algo que no comprendía del todo.

Decidió terminar su turno temprano esa noche, deseando alejarse de la biblioteca y sus secretos inquietantes. Mientras caminaba hacia la salida, una última mirada hacia atrás le hizo ver el estante donde reposaba el libro encantado. Las letras doradas brillaban débilmente bajo la luz parpadeante, como si el libro esperara pacientemente a que alguien más se atreviera a abrir sus páginas y descubrir los misterios que yacían dentro.

Amanda nunca olvidaría aquella tarde en la biblioteca de Toa Baja, donde las sombras parecían danzar al ritmo de historias perdidas que aguardaban ser contadas una vez más.


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